En el viejo barrio
El sol desteñía todos los colores con su fuerza. Pájaros, chicharras, voces humanas, mar; sonidos naturales solo interrumpidos por el leve tic tic de las teclas al escribir. Naturaleza inmensa disfrutada en un suspiro; hojas que caen, siguiendo el ritmo también natural de la vida. La vida… que fluye en un sentido, único e imparable; la vida va para allá y la mente, ahhh, esa mente inquieta va para otro lado. El pasado vuelve en pequeñas gotas a veces, otras vuelve con la fuerza de la marejada, y las más de las veces está ahí, siempre ahí acechando a la vuelta de la esquina, aquella donde se ve algo del vívido pasado.
Allí estaba el sauce, un pequeño sauce llorón que plantó su madre. Si hasta, haciendo un esfuerzo, puede recordar el día que lo trajo. Hizo ella misma el pozo, con la pala de trabajo de su marido. Algo decía mientras lo hacía, murmuraba como rezongando mientras sacaba tierra con la pala. ¿Qué sería? Solo se me ocurre que posiblemente fuera sobre mejorar, una pequeña cosa mejor, una sombra para el verano, un lugar fresco para… algo mejor. Siempre quería estar mejor, pero muchas cosas le impidieron llegar a “ése” mejor que tanto anhelaba. Un esposo tan poco compañero, unas hijas tan poco deseosas de seguir sus indicaciones, unos patrones tan poco proclives a darle algo más que limosna, una visión propia de la vida que, cuando lo mejor estaba ahí, ella no lo veía.
Mientras tanto, plantó el árbol. Llegó a crecer hasta su adolescencia de árbol; luego hubo que mudarse y parece que no alcanzó su madurez arbórea. Ahora en esa esquina de cemento ya añejo se ve que no hubo oportunidad de llegar más alto para ese sauce.
Un ciego empecinamiento en la lucha le impidió a esa madre detenerse a ver los pequeños logros que hubieran dado algo de alegría y esperanza a su vida, pero no. No había aprendido a ver lo bueno y maduró a golpe de desilusiones, amarguras y desesperanza.
A pesar de eso hizo, sin darse cuenta, pequeños aportes al camino de vida de su pequeña hija. La fe. Esa fe que ella no tenía, no sabía qué era aunque una vez tuvo que pensarlo
Y otras cosas más plantó la madre, semillas de futuro que sí brotaron y crecieron y maduraron pero, ella no las vio… La fe, por ejemplo, minúsculo aunque no desdeñable aporte al camino de esa vida que va siempre para allá, de su benjamina. La fe. Esa fe que ella no tenía, no sabía que era, pero, una vez, por lo menos una vez, tuvo que pensar sobre eso.
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